sunnudagur, september 25, 2005

Tu perfume, el más dulce de mi memoria.

Me siento como un reflejo, y temo voltear a verme y ser de vidrio, transparente y frágil. Me gustaría decirte lo bien que me la paso contigo, o lo mucho que atesoro tu recuerdo, pero tu cara se pierde entre la gente y tus facciones se vuelven tan sólo un sueño. Y estando contigo miro las luces y desenfoco mi vista, para pensar que siento algo nuevo y mágico, en vez de esa insensible alegría que se siente al existir y responder sonriendo. Estas en mis labios, en la curvatura de mi espalda, en el cuaderno tirado sin reparo alguno sobre el piso. Me gustaría saber que, si me faltaras, podría morir finalmente, pero ya he comprobado que no es cierto. Las doce es una buena hora para morir. Las doce pasaron, tu sigues arriba viendome desde la ventana, o quizás yo soy la que veo y me veo desde la ventana, desde la ventana viendome tirada a tus pies, a tu lado, al lado tuyo, entre cortinas de humo y música jazz que no entienden mis oidos, atmósfera de fiebre y de agosto, de ternura y distancia, de jazz y de fiebre y de agosto y de ternura y sudor y del dulce sabor de tu perfume y sudor en mi recuerdo..

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