Variación 7: Reminiscencias
Siempre llegaba a casa a la misma hora. Abría la puerta con esfuerzo, pues iba siempre cargando las bolsas del supermercado, y al cerrar se dirigía, antes que nada, a tocar el piano. Yo la oía, inmutable, siempre callado, y creaba en mi mundo miles de ideas y explicaciones al porqué ella prefería rozar sus delicadas manos contra esas frías teclas de madera. Quizá le molestaba el pausado silencio, y buscaba reposo en el triste vaivén melancólico de sus piezas preferidas. O quizás le gustaba perderse en las memorias del tiempo en que yo tocaba a su lado, sentados ambos en el mismo pequeño banquito, sonriéndonos y dejando a veces que la música se estropeara con tal de poder enlazar nuestras manos. O quizás, simplemente le molestaba el pausado silencio, el intermitente pulsar de mi corazón, el sonido que incluso yo odiaba pero que estaba condenado a oír hasta el cercano momento de mi muerte.
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