Rendez-vous
La dama con la que siempre hablé de amor debía estar ya esperándome. Probablemente la encontraría aumentando las sombras del cuarto con un vestido negro de espalda abierta y brazos desnudos, sin carta de invitación, hora de partida o trazos de deseo en el semblante. Subí las escaleras con mi corazón contando cada paso, hasta llegar a la puerta ilusoriamente cerrada que escondía su enigma. Entré para encararla en silencio, y durante eternos segundos su respiración se acompasó a la mía, cercando el ruidoso abismo de nuestras miradas. Se acercó con mis pasos, inmóvil ante la indesición de violar el ensueño, y, en un movimiento justificado solo por nuestros corazones, la abracé.
Antes de sentir la seguridad que acompañaba siempre a su aroma, se apoderó de mi el dolor -no ajeno,- de una añoranza en su piel que se empeñaba en transgredir todos los limites para unirse a la mía. Antes de dejar caer el vestido, debía besarla para acallar sus ojos, borrando con sus labios la verdad de nuestra separación. Antes de pensar en amarla, debía apartar de mi la silueta del siguiente adiós y pensar que en la caída de sus hombros, en su cuello, podría encontrar un porqué a la eternidad. Y después de haberla acallado, desnudado y encontrado, llegaría de nuevo a la triste noción de que ella sería la unica dama con la que, para hablar del amor, bastaría obsequiárselo en un suspiro y en un otro último beso de despedida.
3 Ummæli:
vaya, es bueno tenerte de vuelta!
Nice!
Qué bien que has vuelto a la blogósfera!!
Saludos wampa!
chido!
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