þriðjudagur, mars 10, 2009

Ojos de Viejo Azul

Se quedó parado ahí, sin saber que hacer. El sonido intermitente de la maquinaria de respiración lo distraía de sus pensamientos, iban enmarcando cada idea de venganza y disminuyéndola, cuadrándola, encajonándola en un tac tac acompasado y ridículo, innecesario. Se sintió conciente de la pistola guardada en su pecho, en el bolsillo de la gabardina. Pero esto no era lo que había imaginado. Porque lo había imaginado todo hasta el último detalle, y después lo había escrito, le había dado forma con palabras como se le da forma a un hechizo, para hacerlo más real, y después de tener paso por paso, detalle a detalle todo fraguado, había comenzado a trabajar en él, con una minucia y perfección posibles tan solo para quien tiene una venganza como motivo de su vida. Y eso tenía él, sed de venganza contra ése que ahora estaba arrinconado en una silla de ruedas, dependiente completamente de otros, de esos otros inferiores a él a quienes siempre había despreciado, para poder respirar, tragar y hasta limpiarse el excremento.

Los ojos de perro viejo lo sorprendieron: no los recordaba tan azules de su juventud. Estaban ahora enmarcados con un iris amarillento y carnoso, y la cara inexpresiva solo demostraba la falta de reconocimiento hacia él y un cierto rencor y desasosiego contra la vida. Se sentó sin quitar la vista de ese hombre que, en la juventud de ambos, había sido su ídolo: amigo de su hermano mayor, habían compartido muchas tardes en su casa, disfrutando de lujos que su propia madre no podía darles, y habían sido compañeros en el futbol, en las cascaritas del barrio, en las cuales el carácter fuerte de su "amigo" los había puesto más de una vez en aprietos de los cuales había sido absuelto gracias a la fina puntería en el deporte. Pero el de la silla de ruedas había sabido salirse del deporte a tiempo y comenzar la carrera política, mientras que su visitante, él, había seguido jugando, dejado la escuela, e incluso a aquella novia que en su época se había jactado mucho de haber enamorado antes que el otro, para trabajar de alguna pequeñez correspondiente a su nula alcurnia.

Se recordó de todo esto al abrir el álbum que había traído para mostrarle. El álbum había sido uno de los pasos del plan, y había vaciado las cajas de fotos de su infancia y adolescencia, buscando justo los momentos exactos, los recuerdos que a él le hacían un nudo en la garganta al recordar y pensar que ese joven, ese amigo, había llegado a ser tan ruin. Foto del futbol. Foto en el patio de la casa de San Rafael, foto en la escuela, en el cumpleaños de su hermano, en... fue pasando las fotos, los ojos de perro azul miraban sin mucho interés las páginas laminadas y parecían abstraerse mas que nada en sus manos que temblaban al pasar cada foto, demostrando un temor que no aparecía en su voz. De vez en cuando se perdía su vista en la puerta, por donde se alcanzaban a oír rumores de voces de la enfermera platicando por celular animadamente, aprovechando el tiempo de descanso de su paciente mientras confeccionaba un aperitivo para la visita. No se podría decir si la extrañaba y deseaba que viniera a atenderlo, si la visita le parecía molesta o si solo era el Alzheimer el que le hacia olvidar el que tenia visitas y comportarse de una forma un tanto grosera, incluso para un anciano.

Un anciano, pensó el vengador. Un anciano, al igual que yo, pero que pinche anciano. Que pinche vida, arruinando la vida de los demás. Empezó a pasar las hojas con mayor velocidad, dejando ahora que los ojos de las fotos hablaran por él, por las palabras que sólo quería decir para exorcizarlas, para ver si ese a quien iba a matar en pocos minutos reconocía a alguien, a algo, a si mismo, a su error, y le daba sentido a esta venganza. Pero nada. Los ojos miraban mudos desde detrás del celofán del álbum, con sonrisas congeladas e insignias de otros tiempos, con gente que o había cambiado mucho por la decrepitud que traen consigo los años o estaba ya bajo tierra. Llegó a la última página, y de nuevo había perdido la atención del viejo en silla de ruedas. De su víctima. Del que había sido su verdugo. Sus labios casi inexistentes se apretaron en una línea, mirada café clavada en la comisura de unos ojos que no lo miraban.

El silencio se alargo por el infinito, y el tiempo comenzó a avanzar tan despacio que las sombras se tornaron pocas, hubo un regreso atemporal por toda la historia del universo al estado neonatal y la masa primigenia que fue interrumpido cuando por fin, sin mayor sentinencia que la inexistente, los ojos de perro viejo volvieron a mirarlo. Se aclaro la garganta y volvió a acercar el álbum al viejo, quien en esta ocasión lo tomo entre sus manos, un brillo de reconocimiento tomando forma en la profundidad de las leves aguas de sus ojos.
Ese, es mi hijo, dijo él.
Y tú lo mataste.
Las palabras no alcanzaron a mellar en la mente del viejo lo suficientemente rápido como para que este reaccionara y observara como el vengador metía la mano en su gabardina, sacaba la pistola, y apretaba el gatillo ya preparado, pero el impacto si lo sintió, un dolor punzante, ardiendo, al cual no tenía comparación en su mente pues su memoria había borrado cualquier otra caída que hubiera sufrido de niño, golpe o accidente en su adolescencia o madurez. La bala lo había alcanzado en un pulmón, y el ya de por si precario movimiento de su pecho comenzó a aletargarse. El viejo lo miraba desde su silla de ruedas fijamente, con miedo, con miedo y reconocimiento, y le dio cierto gusto después de haber jalado el gatillo el saber que ese a quien había venido a matar estaba ahí, ahora si, muriendo, concientemente.
La enfermera entró al cuarto, y lo siguiente que se escuchó fue su alarido alejándose, corriendo para protegerse y para avisar a la policía. Él, terminada su labor, tomó con manos temblorosas el álbum del regazo del viejo, y limpió la única gota de sangre que había caído con el disparo, justo sobre la frente de la foto de su hijo, justo como el viejo lo había matado, y se sentó a esperar a que llegara la policía, para juzgarlo.



0 Ummæli:

Skrifa ummæli

Gerast áskrifandi að Birta ummæli [Atom]

<< Heim